Hay algo sobre los thrillers asiáticos que los
distancia de sus pares norteamericanos. No es meramente un tema estético, es también
el abordaje tan particular de sus personajes. Un sentido de la tragedia, pero
sobre todo de la comedia, tan descolocado y turbio que no hace sino exacerbar
la tensión de una manera muy extraña. El
plano inicial de Madeo, con la madre bailando sin sentido es un claro ejemplo,
pero más fuerte aun es la revalorización de esa primer escena llegado el final
de esta fabula.
Uno de los nombres que suenan pesado en este
nuevo cine coreano es el de Jong-ho Bong, con su opera prima Barking Dog Never
Bite (2000) pero principalmente con su siguiente trabajo, la aclamada Memories
of Murder (2003). Entre aquella obra maestra y Madeo está el gran hit The Host,
una divertida cinta de ciencia ficción que puso la lupa internacional sobre
Jong-ho. Lo cierto es que Mother parece una continuación directa de alguna de
las ideas y temáticas planteadas en Memories, más allá de que ambas son
thrillers noire desarrollados en la parte menos urbana de Corea.
En el nombre de la madre...
Madeo nos cuenta la historia de una madre sobre
protectora –deliberadamente sin nombre- y su hijo Yoon Do-joon, quien sufre de
una retardación bastante aparente que lo lleva a meterse en problemas con
frecuencia. Son una pequeña familia de
clase baja, ella se gana la vida vendiendo hierbas y practicando la acupuntura
de manera ilegal, orgullosa siempre de conocer un “punto meridiano que libera
los nudos del corazón y borra las malas memorias”.
Luego de una noche de borrachera Do-joon
vuelve a su casa turbado para ser detenido al otro día por la policía acusado
de asesinato. Ah-jeong, una simple colegiala de clase media, apareció con la
cabeza ensangrentada y colgando muerta desde un balcón a la vista de todos. En la escena del crimen se encontró una de las
pelotas de golf que Do-joon solía recolectar con su nombre escrito con
marcador. El caso parece cerrado con las escasas pistas apuntando directo al
joven más su madre no aceptara el
veredicto y se embarcara en una búsqueda solitaria por una verdad que cree inobjetable:
su hijo es inocente y el asesino de Ah-jeong sigue libre.
Que la cualidad detectivesca y el argumento clásico
de thriller no los engañe. Hay una capa por debajo de la excelente trama de
misterio. La transformación (o más bien la procesión) de la madre es magnífica y me cuesta entender como Hye-ja Kim
no fue premiada aun mas. Hay muchas lecturas que a nosotros, publico
occidental, se nos pueden escapar debito a los matices culturales.
La elección de Kim como personaje central no
es azarosa, ella es toda una figura del espectáculo coreano principalmente gracias
a su papel icónico como madre de familia en varias series y novelas. De hecho
su figura es la de la madre coreana arquetípica, sacrificada, de amor
incondicional, sobre protectora, fuerte. Esta examinacion oscura de la relación madre-hijo
y del instinto maternal que la tiene como protagonista, cobra un nuevo peso
para el público coreano.
En su travesía nuestra madre ira desentrañando
detalles ocultos en la muerte de Ah-Jeong y a cada paso la sensación de estar detrás
del culpable de ese brutal femicidio va creciendo exponencialmente. Así mismo
su relación con Do-joon ira mutando mientras el cumple su condena detrás de la
rejas, las revelaciones oscuras también se darán en el ámbito familiar dejando
en el camino algunas interrogantes sobre la institución “familia” y sus matices
en la sociedad coreana, algo que el director busca retratar constantemente en
cada una de sus cintas (salvo lógicamente en la última, Snowpiercer).
Sin caer en spoilers solo puedo decir que la última
media hora es magnífica. Algunos creen que el director hace trampa en ciertos
puntos de subjetividad pero creo que todo está tratado de una manera excelente
y si se dejan llevar por esta historia no se van a arrepentir. La actuación de
Kim es memorable, pero para destacar
esta ese último llanto en la visita carcelaria ¿Tienes padres? ¿Tienes una
madre? El peso de estas preguntas es monumental cuando la realización nos
golpea.
El amor materno es perpetuo, es una pulsión salvaje.
En esa escena final donde Kim se difumina entre tantas otras progenitoras que
bailan (otro matiz cultural, los viajes de padres son algo súper común y hasta
hace algunos años era costumbre bailar arriba de los buses) nos damos cuenta
que ella no es una madre, es el paradigma de las mismas llevado hasta los
extremos que solo un freak como Jong-ho
Bong puede retratar.
TRAILERAZO!
Comentarios
Publicar un comentario