La La Land (2016) de Damien Chazelle


Cuando Jack Robin nos decía que esperemos un minuto porque “¡no han escuchado nada aun! ¡Se los digo, no hay oído nada!”de alguna forma nos daba la bienvenida al mundo del cine sonoro, “The Jazz Singer” (1927) era solo el principio. No solo se inauguro el sonido, sino también el musical como genero constitutivo del séptimo arte. Noventa años después  “La la land”, la ultima obra del genial Damien Chazelle, esta en boca de todos siendo la película mas popular del momento, con la expectativa de llevarse todo en los próximos premios Oscar.  ¿Que tanto hay de maravilloso y cierto bajo ese cielo purpura?


Vamos a sacar esto del camino: “La la land” me parece una película increíble. Tal vez justamente por los mismos motivos por los cuales decepciono a muchas personas que fueron esperando algo distinto. Es una carta de amor al cine clásico de Hollywood, los viejos musicales de Fred Astaire como “Top Hat” (1935) o incluso maravillas mas contemporáneas como “All That Jazz” (1979). Al igual que sus antepasados, “La la land” es tanto una historia romántica como un camino mágico hacia los sueño de sus protagonistas, una joven actriz (Stone) y un pianista de jazz nostálgico (Gosling).  Pese a tener el alma en el pasado, en una cálida añoranza Tecnicolor, también hay lugar para el futuro. Chazelle le habla al corazon de todos los soñadores, artistas y poetas con una película sencilla pero efectiva.


Seb (Gosling) y Mia (Stone) son el eje de la cinta. Tanto como pareja como en sus respectivos proyectos personales, la química es aparente y fluye de manera orgánica entre las secuencias ensoñadas de canto y baile y los momentos tragicómicos propios de una relación. Esa es otra de las fortalezas de “La la land”, la manera sutil en que el reflector irrumpe la realidad y nos transporta hacia el universo mágico donde bailar sobre estrellas es posible y donde el mundo se puede esconder en un set de filmación. De una tonta melodía navideña a un solo de jazz furioso parecen haber solo un par de notas de distancia.


Incluso en una película tan fuertemente enraizada en el pasado, Chazelle elije jugar un poco con la temporalidad y la realidad que nos presenta. Volvemos hacia atrás, imaginamos, soñamos, cambiamos de perspectiva y vamos armando la historia de una manera muy interesante.  El purpura que reina en los cielos de Los Angeles, la manera teatral en que se desencadenan los números musicales, los primeros planos intencionalmente desenfocados, las melodías que emergen para subrayar el estado emocional de los personajes...todas elecciones estéticas totalmente acertadas de parte del joven director.


No voy a intentar negar que la trama es básica. Los giros son bastante previsibles, pero en ningún momento (y de manera inteligente) la película sostiene su encanto en ese aspecto de la narración. Todo lo contrario, al ser consciente de los parámetros que maneja el genero, elige explotar de una manera irresistible sus fortalezas: personajes entrañables, una pasión indiscutible por el arte, canciones infecciosas, una dirección prodigiosa e interpretaciones remarcables.



“La la land” no solo es un ejercicio de onanismo nostálgico, no fundamenta su sustento en los posters de películas clásicas que habitan su mundo ni en las múltiples referencias visuales que Chazelle nos propone. No, esta cinta recupera los mejores aspectos del cine de Hollywood sin renegar de su cualidad escapista. Nos invita a bailar, a cantar, a disfrutar, a vivir en un mundo orquestado a medida, en el cual soñar no es un acto de ingenuidad sino de genuino amor por el arte. 


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