En el año
2045 el mundo entero pasa sus días “jugando” en el OASIS, un plano virtual creado
por el genio James Halliday quien es venerado como un dios. Tal es la
influencia de esta plataforma de realidad virtual, que los premios y partidas
jugada allí terminan influenciando la economía domestica de miles de personas. Halliday
murió en el año 2040 y como legado final dejo escondidas en el OASIS 3 llaves
que darán al ganador el control total de la plataforma. Claro, además de
simples jugadores hay empresas titánicas como IOI interesadas en tomar posesión
del paraíso virtual. Lo que comienza como un juego se convierte en una lucha
por la vida que deja entrever el costado peligroso y alienante del
entretenimiento masivo y la forma en que teje telas irrompibles en nuestra vida
cotidiana.
Visualmente
es una fiesta. La acción no se detiene en ningún momento, ni siquiera para que
sus personajes puedan respirar y mostrarse por fuera de la vorágine del juego.
Ese es su punto débil, esa dificultad que tienen las aventuras extremas para
configurar personajes verdaderamente tridimensionales que ningún 3D puede
suplantar. Desconozco si en el libro de Ernest Cline, obra desde la cual se adapta esta peli, se le da mas lugar a ese desarrollo. Pero no se trata de un pecado inventado en 2018, los personaje de papel
que hablan con one liners y no actúan para nada como jóvenes de su edad son una
impronta del cine que amamos, el cine con el que crecimos. Al igual que el
OASIS, el cine no es la realidad, es un páramo sin límites donde la representación siempre va a diferir de lo representado.
La secuencia
final es una explosión de caras conocidas, de referencias y sonidos familiares. No hay un director más
apropiado que Spielberg para recapitular y pensar por un instante en todas las
narrativas populares que nos afectaron cuando chicos y de grandes también. Durante
la película una sensación extraña nos hace dudar, es un blockbuster millonario
que dé a momentos parece burlarse del afán de la industria por capitalizar
de manera ignorante pasiones culturales como los video juegos, el cine o el
comic. Una crítica que es puesta al frente en el momento en que el CEO de la
empresa maligna necesita de un asesor nerd para indicarle referencias ñoñas para
incluir en su discurso. ¿En qué nivel de ironía se está manejando Steven?
Spielberg no
cree que vivir en un mundo de perpetua añoranza sea una forma
sana de enfrentar nuestra realidad ni analizar el pasado. Tampoco nos muestra
al entretenimiento como algo completamente vacío y alienante que solo sirve
como estimulo pasatista. Esa canción de rock que alcanzo el primero puesto del
Billboard Hot 100 allá por 1984, puede hoy estar ligada de manera perpetua a
recuerdos, memorias y vivencias que la inundan de significados. Por supuesto
que Ready Player One se enmarca en una época donde la fascinación por el
pasado se parece mucho a una mímica para sonreír cuando reconocemos la
referencia. Stranger Things, Dark y un millón de trabajos que apelan a esta estética,
¿En qué se diferencian? ¿Es necesario que reniegue de esa tendencia
para ser una gran película? ¿Recuerdo cariñoso o añoranza morbosa? Eso queda en
ustedes, por lo pronto les recomiendo que le pongan un fichin a este arcade.
Excelente película y excelente libro, espero que saquen la 2. Buen Blog!
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