Ready Player One y el ultimo fichin de nostalgia.


Uno de los primeros planos de la película nos muestra una ciudad apocalíptica, un gueto del año 2045. De fondo suena Jump de Van Halen, un contraste que va a definir el tono y las temáticas de la obra de Steven Spielberg. Parece extraña la contraposición, y no por nada abundan las críticas negativas que confluyen en un mantra principal: Antes que ser una película, Ready Player One es un conjunto de referencias a la cultura pop. Incluso habiéndola disfruto tanto como la disfrute, no puedo estar completamente en desacuerdo, pero la tónica de esa definición es la que no comparto. Ready Player One es una película sobre la cultura pop, una cultura que es nostálgica por naturaleza, contradictoria y con la peculiaridad de ser masiva pero con la capacidad de internalizarse como intima. El director Norteamericano más famoso del mundo hizo una película sobre el lenguaje común que tenemos en un mundo globalizado, la manera en que el entretenimiento moldea nuestras vidas y como una canción lanzada en 1984 puede ser la diferencia entre tener un buen o un mal día.


En el año 2045 el mundo entero pasa sus días “jugando” en el OASIS, un plano virtual creado por el genio James Halliday quien es venerado como un dios. Tal es la influencia de esta plataforma de realidad virtual, que los premios y partidas jugada allí terminan influenciando la economía domestica de miles de personas. Halliday murió en el año 2040 y como legado final dejo escondidas en el OASIS 3 llaves que darán al ganador el control total de la plataforma. Claro, además de simples jugadores hay empresas titánicas como IOI interesadas en tomar posesión del paraíso virtual. Lo que comienza como un juego se convierte en una lucha por la vida que deja entrever el costado peligroso y alienante del entretenimiento masivo y la forma en que teje telas irrompibles en nuestra vida cotidiana.


Gran parte de "Ready Player One" ocurre en el mundo virtual, un universo creado a imagen y semejanza de las obsesiones pop de Halliday. El OASIS es un monumento al pasado, a la nostalgia, a las memorias tamizadas por ese filtro de infancia en plan Stand By Me o Say Anything. Explotan edificios entre referencias a Jurassic Park, King Kong, la cultura gamer y toda la música ochentera que se puede meter en dos horas y veinte de película. Tanto el personaje principal Wade Watts (Tye Sheridan) como sus compañerxs Sho (Philip Zao), Ache (Lena Waithe), Art3mis (Olivia Cook) y Daito (Win Morisaki), están obsesionados con esta cultura y la investigan a fondo para desentrañar las pistas de James Halliday acerca del paradero de esas llaves. Lo interesante es que en cada instancia de descubrimiento la cultura pop sirve meramente como motor para momentos íntimos, para experiencias personales que son las que terminan por guiar la aventura. Es que, nuevamente, Spielberg hizo una película sobre la cultura pop y el rol que toma en nuestras vidas.



Visualmente es una fiesta. La acción no se detiene en ningún momento, ni siquiera para que sus personajes puedan respirar y mostrarse por fuera de la vorágine del juego. Ese es su punto débil, esa dificultad que tienen las aventuras extremas para configurar personajes verdaderamente tridimensionales que ningún 3D puede suplantar. Desconozco si en el libro de Ernest Cline, obra desde la cual se adapta esta peli, se le da mas lugar a ese desarrollo. Pero no se trata de un pecado inventado en 2018, los personaje de papel que hablan con one liners y no actúan para nada como jóvenes de su edad son una impronta del cine que amamos, el cine con el que crecimos. Al igual que el OASIS, el cine no es la realidad, es un páramo sin límites donde la representación siempre va a diferir de lo representado.


La secuencia final es una explosión de caras conocidas, de referencias  y sonidos familiares. No hay un director más apropiado que Spielberg para recapitular y pensar por un instante en todas las narrativas populares que nos afectaron cuando chicos y de grandes también. Durante la película una sensación extraña nos hace dudar, es un blockbuster millonario que dé a momentos parece burlarse del afán de la industria por capitalizar de manera ignorante pasiones culturales como los video juegos, el cine o el comic. Una crítica que es puesta al frente en el momento en que el CEO de la empresa maligna necesita de un asesor nerd para indicarle referencias ñoñas para incluir en su discurso. ¿En qué nivel de ironía se está manejando Steven?



Spielberg no cree que vivir en un mundo de perpetua añoranza sea una forma sana de enfrentar nuestra realidad ni analizar el pasado. Tampoco nos muestra al entretenimiento como algo completamente vacío y alienante que solo sirve como estimulo pasatista. Esa canción de rock que alcanzo el primero puesto del Billboard Hot 100 allá por 1984, puede hoy estar ligada de manera perpetua a recuerdos, memorias y vivencias que la inundan de significados. Por supuesto que Ready Player One se enmarca en una época donde la fascinación por el pasado se parece mucho a una mímica para sonreír cuando reconocemos la referencia. Stranger Things, Dark y un millón de trabajos que apelan a esta estética, ¿En qué se diferencian? ¿Es necesario que reniegue de esa tendencia para ser una gran película? ¿Recuerdo cariñoso o añoranza morbosa? Eso queda en ustedes, por lo pronto les recomiendo que le pongan un fichin a este arcade.  


Comentarios

  1. Excelente película y excelente libro, espero que saquen la 2. Buen Blog!

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