Isle of Dogs es la nueva y bellísima película de Wes
Anderson, su segunda aventura en el universo de la animación stop motion
después de la – ya clásica – Fantastic Mr. Fox que le valió una nominación al
oscar a mejor film animado. Una peli con aspectos excelentes, cosas acertadas y
solo algunos puntos flojos.
Archipiélago del Japón. La ciudad de Megasaki es gobernada
por el mayor Kobayashi, un corrupto megalomaniaco que con el apoyo de la
prensa, las instituciones y la mafia, instaura en la gente una fobia enfermiza
hacia los perros. Las leyes de deportación no tardan en llegar y los mejores
amigos del hombre terminan siendo exiliados en un gigantesco gueto canino ubicado
en una isla de basura. Atari Kobayashi, sobrino del mayor, escapa hacia la isla
para encontrar a Spot Kobayashi, el primer can en ser enviado al confinamiento. Cinco
perros isleños lo ayudaran en su búsqueda, aventurándose en los límites de la
isla donde habitan leyendas de pugs con visiones místicas y jaurías caníbales.
Anderson tomo varias decisiones polémicas en cuanto a la
construcción de este universo cuasi distopico. El más importante, el dialogo en
japonés – que es abundante – no está subtitulado, solo en instancias cruciales
aparecen personajes traduciendo lo dicho. En contraposición, los perros hablan
en ingles y se deja en claro que no entienden el idioma de los humanos. En
primera instancia no subtitular a los personajes japoneses podría retratarlos
como una otredad distante y lejana, pero Anderson encontró formas efectivas de
dotarlos de tridimensionalidad y expresividad. Esa elección subraya uno de los
tópicos de Isle of Dogs: la posibilidad de comprenderse y respetarse más allá
de las barreras culturales e idiomáticas. La perspectiva central es la de los perros y
siendo una producción angloparlante es esperable que, oh coincidencia, los
animales también lo sean.
Es imposible pensar Isle of Dogs sin tener en mente las
políticas xenófobas de Trump, y eso da pie a una de las preguntas principales
¿Por qué situarla en Japón cuando la referencia más inmediata a este gobierno
totalitario esta en el país de origen de Wes?
La respuesta más probable sea de índole estética: este proyecto nació
como una carta de amor al cine de Miyazaki y Kurosawa. Ningun director
Norteamericano está más capacitado para encontrar el tono intermedio entre dos
de los artistas japoneses más trascendentales al mismo tiempo que hace una
hermosa película sobre perros en una isla. No se siente en ningún momento como
una apropiación irrespetuosa y superficial, sino como un sincero homenaje a dos
filmografías fundamentales sin perder el tono típico del Texano.
El stop motion es utilizado con un gusto y una dedicación sorprendente.
Desde el pelaje de los animales que ondea en el viento toxico de la isla
basurera, a la textura de los infinitos objetos que componen el universo de
Megasaki, los detalles hacen a la pelicula. La mirada de los cinco perros que guían
la aventura de Atari – Chief, Boss, King, Duke y Rex – es expresiva y cargada
de emociones que se sostienen con un casting de voces de primera línea que
incluye a Bryan Cranston, Bill Murray y Edward Norton. Es remarcable su trabajo
vocalizando el caricaturesco dialogo Andersoniano.
El subtexto político de Isle of Dogs no es errado pero si
confuso de a momentos. Hay una trama paralela donde un grupo de estudiantes
exponen al mayor Kobayashi con la ayuda de Tracy, una estudiante de
intercambio. Se siente irrelevante y no aporta para complementar el viaje de
Atari, pero tampoco llega a dañar severamente el encanto de la película. Por lo
demás, la más reciente obra de Wes cumple con creces los objetivos que se propone:
ser maravillosa visualmente, tener personajes adorables y, dentro de los limites del director, dar alguna opinión sobre el mundo en que vivimos.
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