Isle of Dogs (2018) de Wes Anderson



Isle of Dogs es la nueva y bellísima película de Wes Anderson, su segunda aventura en el universo de la animación stop motion después de la – ya clásica – Fantastic Mr. Fox que le valió una nominación al oscar a mejor film animado. Una peli con aspectos excelentes, cosas acertadas y solo algunos puntos flojos.


Archipiélago del Japón. La ciudad de Megasaki es gobernada por el mayor Kobayashi, un corrupto megalomaniaco que con el apoyo de la prensa, las instituciones y la mafia, instaura en la gente una fobia enfermiza hacia los perros. Las leyes de deportación no tardan en llegar y los mejores amigos del hombre terminan siendo exiliados en un gigantesco gueto canino ubicado en una isla de basura. Atari Kobayashi, sobrino del mayor, escapa hacia la isla para encontrar a Spot Kobayashi, el primer can en ser enviado al confinamiento. Cinco perros isleños lo ayudaran en su búsqueda, aventurándose en los límites de la isla donde habitan leyendas de pugs con visiones místicas y jaurías caníbales.


Anderson tomo varias decisiones polémicas en cuanto a la construcción de este universo cuasi distopico. El más importante, el dialogo en japonés – que es abundante – no está subtitulado, solo en instancias cruciales aparecen personajes traduciendo lo dicho. En contraposición, los perros hablan en ingles y se deja en claro que no entienden el idioma de los humanos. En primera instancia no subtitular a los personajes japoneses podría retratarlos como una otredad distante y lejana, pero Anderson encontró formas efectivas de dotarlos de tridimensionalidad y expresividad. Esa elección subraya uno de los tópicos de Isle of Dogs: la posibilidad de comprenderse y respetarse más allá de las barreras culturales e idiomáticas.  La perspectiva central es la de los perros y siendo una producción angloparlante es esperable que, oh coincidencia, los animales también lo sean.


Es imposible pensar Isle of Dogs sin tener en mente las políticas xenófobas de Trump, y eso da pie a una de las preguntas principales ¿Por qué situarla en Japón cuando la referencia más inmediata a este gobierno totalitario esta en el país de origen de Wes?  La respuesta más probable sea de índole estética: este proyecto nació como una carta de amor al cine de Miyazaki y Kurosawa. Ningun director Norteamericano está más capacitado para encontrar el tono intermedio entre dos de los artistas japoneses más trascendentales al mismo tiempo que hace una hermosa película sobre perros en una isla. No se siente en ningún momento como una apropiación irrespetuosa y superficial, sino como un sincero homenaje a dos filmografías fundamentales sin perder el tono típico del Texano.


El stop motion es utilizado con un gusto y una dedicación sorprendente. Desde el pelaje de los animales que ondea en el viento toxico de la isla basurera, a la textura de los infinitos objetos que componen el universo de Megasaki, los detalles hacen a la pelicula. La mirada de los cinco perros que guían la aventura de Atari – Chief, Boss, King, Duke y Rex – es expresiva y cargada de emociones que se sostienen con un casting de voces de primera línea que incluye a Bryan Cranston, Bill Murray y Edward Norton. Es remarcable su trabajo vocalizando el caricaturesco dialogo Andersoniano.


El subtexto político de Isle of Dogs no es errado pero si confuso de a momentos. Hay una trama paralela donde un grupo de estudiantes exponen al mayor Kobayashi con la ayuda de Tracy, una estudiante de intercambio. Se siente irrelevante y no aporta para complementar el viaje de Atari, pero tampoco llega a dañar severamente el encanto de la película. Por lo demás, la más reciente obra de Wes cumple con creces los objetivos que se propone: ser maravillosa visualmente, tener personajes adorables y, dentro de los limites del director, dar alguna opinión sobre el mundo en que vivimos.

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