Estrenos de 1978: The Driver de Walter Hill

Luego de ser asistente de dirección en Bullit y escribir el guion de The Getaway de Sam Peckinpah, Walter Hill quería inscribir su nombre entre los grandes directores de películas sobre coches que van rápido mientras se cometen crímenes. Parece una descripción trivial, pero las ficciones sobre automóviles y sus conductores tienen una larga tradición con algunas obras increíbles donde las vidas veloces se miden en kilómetros y los pecados arden como combustible. The Driver no solo representa la visión de Hill sobre estas películas, sino que también ejemplifica a la perfección la manera en que concibe el cine y la acción en general. 

La historia es bastante sencilla: un excelente conductor debe realizar un ultimo golpe mientras un detective obsesivo lo sigue desde cerca. En el medio se suceden un sin fin de personajes mafiosos, quebrados y en busca de redención bajo los neones de la ciudad. En varios aspectos The Driver es también un homenaje al cine noire, solo que esta vez en lugar de un detective plagado de contradicciones tenemos a Ryan O'Neal como un  silencioso y talentoso ladrón al que todos quieren atrapar.

Pero lo curioso es que en The Driver no hay personajes, o al menos no en la forma convencional. Cada individuo representa una idea, cada cual es una analogía del rol que le toca cumplir y es por eso que no tienen nombres. O'Neal es simplemente el conductor, Bruce Dern es simplemente el detective, Isabelle Adjani es simplemente la jugadora. No dotarlos de nombre les quita tridimensionalidad y los transforma en símbolos, esa falta de humanidad puede hacer ruido de a momentos pero dentro de los margenes de Walter Hill funciona la mayor parte del tiempo: lo que hacemos nos define. 
Esta claro que a Hill no le interesa contar historias de personas cercanas a la "realidad". Se maneja con grandes arquetipos: pandilleros que dominan las calles de Manhattan, soldados sin guerra que encuentran el enemigo en casa, mafiosos y peleadores que buscan redención en silencio. Así es como entiende la ficción y por sobre todo la acción.


Hablando de acción, The Driver tiene algunas de las mejores persecuciones y secuencias de acción de su época. Desde la primer escapada de la policía en la noche azul de la ciudad a la demostración salvaje en algún estacionamiento perdido, los autos son un reflejo de sus conductores y chocarlos, golpearlos y hacerlos chillar es parte del encanto. Se nota la experiencia ganada por Walter al trabajar como asistente y guionista en dos de la mejores películas de automóviles de la historia. 


Al momento de su lanzamiento The Driver significo un fracaso en las taquillas, tal vez su problema sea caminar tambaleante entre el limite de la acción y la pretensión mas "artística". Tal vez Ryan O'Neal, por mas bien que este en su papel, no era el actor que el publico esperaba en este tipo de cintas. De hecho el rol fue escrito teniendo al legendario Steve McQueen en mente, luego se pensó en el icono de la acción Charles Bronson pero finalmente el conductor fue encarnado por un joven O'Neal que venia de ganarse el reconocimiento en Barry Lydon de Kubrick.


La influencia de The Driver, al igual que su personaje, es silenciosa pero implacable. Innumerables películas retomaron ese noire de alto octanaje, los ejemplos mas claros son Driver de Nicolas Winding Refn y Baby Driver de Edgar Wright, quien parafraseando una famosa linea del rock describió a la perfección la importancia de la obra  "The Driver es como el disco de The Velvet Underground, poca gente la vio cuando fue lanzada pero los 30 que la vieron terminaron haciendo películas". Por esto y mucho mas, la obra de Walter Hill es uno de los grandes estrenos de 1978. 



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