Estrenos de 1979: The Wanderers

¿Por qué mirar cuarenta años al pasado? Primero, porque podemos. Segundo, porque hay muchas joyas por descubrir y con las cuales el tiempo no fue justo, el tiempo nunca es justo. Damos puntapié inicial a esta seguidilla de estrenos de 1979 con un clásico de culto de esos que tanto nos apasionan, The Wanderers de Philip Kauffman. Un director que tiene en su catálogo clásicos como Invasion of the Body Snatchers y The Right Stuff, dos películas hermosas pero que tienen tan poco que ver entre sí, dando cuentas del  amplio rango de Kauffman.

The Wanderers es una fábula callejera basada en la novela del mismo título de Richard Price, una historia situada en la calles de Nueva York  a principios de los 60s durante el auge de la cultura de pandillas. Bronx es una jungla plagada de tribus que luchan entre sí por territorio y respeto, es en este universo donde existen los Wanderers, una banda de adolescentes ítalo americanos que buscan su camino en la vida. Las prioridades son claras: divertirse, jugar al fútbol americano, tomar y escuchar rock and roll. No todo es sencillo, hay peleas con otras pandillas como The Baldies, Del-bombers y más notoriamente los Duckies, un grupo misterioso y violento que habita las afueras de la ciudad. Estas tensiones desembocan en un partido de fútbol americano patrocinado por la mafia y en una pelea campal que redefinirá los roles de las diferentes pandillas en Nueva York.

Dentro de ese marco violento es que conocemos a los diferentes miembros de los Wanderers, jóvenes con aspiraciones e inquietudes dispares que buscan hacer algo con sus vidas. Desde problemas familiares a distancias amorosas, la vida de estos adolescentes está teñida de un velo de nostalgia y ese gusto a “fin de época” que matiza toda la película. Nacidos luego de la segunda guerra mundial y criados con las explosiones en Vietnam como soundtrack, Kaufman mira con nostalgia la manera en que estos pibes perciben el mundo justo antes de ser lanzados al mismo. Desde el horror de la violencia callejera, filmado con el lenguaje propio de una película de terror (neblina, sombras fuertes, planos desencajados y agresivos) a lo que parecen ser tardes eternas de sol paseando por la calle y escuchando a los Four Seasons. Esta dualidad a la hora de filmar es una de las cualidades más extrañas de The Wanderers, la cual no teme ser trágica ni sentimental, ni tampoco existir en una fábula, como esos recuerdos de la infancia que tienen tanto de realidad como de fantasía.


Kaufman nos muestra ese mundo en pequeñas viñetas, aventuras cotidianas que involucran al líder titanico de los Baldies, Terror, o encuentros nocturnos con los Duckies, la pandilla más misteriosa y violenta de la ciudad. Si bien enmarca estos acontecimientos dentro de un contexto histórico claro (la guerra, la tensión racial y el asesinato de Kennedy) Kaufman tiene cuidado de no ahondar demasiado en esos aspectos. El desfile de personajes caricaturescos no se detiene nunca, pero sabe cuando aminorar la marcha para dar lugar a cierto desarrollo dramático. En punto de la película Richie - el más rudo de la banda - le dice a Turkey - uno de los más sensibles - que es estúpido ocultar el llanto, que es parte de la vida. Toda la audacia callejera, la masculinidad tóxica y las aventuras de estos muchachos terminan llevándolos por caminos diferentes, pero como se prometen dos de los mejores personajes “solo silba y allí estaremos”.

Es imposible no relacionarla directamente con American Graffiti, el clásico de George Lucas acerca de un grupo de adolescentes en su última noche de secundaria previo a comenzar la universidad. El impacto cultural y la influencia de America Graffiti fue enorme y es por eso que The Wanderers fue relegada a clásico de culto, sirviendo casi como una secuela espiritual. Aun así supo ganarse su lugar, tuvo un re estreno en los 90s debido a la demanda popular e incluso el festival de Telluride, en Colorado, la proyecta todos los años al aire libre. Por esto y mucho más, The Wanderers es uno de los grandes estrenos de 1979.


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