[Crítica] Child's Play (2019) de Lars Klevberg


Ya estamos entrando en una etapa de hartazgo respecto a los refritos que intentan capturar inútilmente la magia de los 80s, en ese contexto una remake de Child’s Play en la cual no participan varios de los nombres clave suena como la peor idea en la cual perder un par de millones de dólares. Esta nueva versión no estará al nivel de la Puppet Master del año pasado, pero vaya que es disfrutable. Pese a un par de ajustes y carencias Lars Klevberg puso el corazón en el lugar adecuado y nos ofrece un reboot con muchísimas cosas para amar y apenas algunas para reprochar.

La historia ya la conocemos, Andy es un chico solitario y con problemas para hacer amigos, su madre decide regalarle un muñeco Buddi, una especie de puerto inteligente que se conecta con todos los dispositivos electrónicos de la casa. El problema es que recibe una unidad defectuosa que no solo aprende a interactuar con personas, sino también a matarlas. La premisa de 1988 está aggiornada al mundo hiperconectado y algorítmico actual, tiene presente las nuevas tecnologías y trata de enmarcar la idea de “muñeco maligno que mata gente” dentro de un universo posible sin perder esa magia absurda del género.

Hay cambios sustanciales en la mitología del muñeco, ya no es producto del traspaso del alma del asesino Charles Lee Ray mediante un ritual vudú, ahora Chucky es una inteligencia artificial hogareña, un producto de una empresa similar a Google o Apple, entidades oscuras de nuestros tiempos. La ausencia de Brad Dourif podría haber sido mortal sin este giro, su voz es la identidad del Chucky original: guarro, misógino, callejero, tan solo con la risa construyó a un villano de juguete carismático y desagradable.

Competir en esos términos es meterse en una pelea perdida, por eso Mark Hamill tiene un acercamiento diferente, este Chucky es familiar y estéril al mismo tiempo, con esa amabilidad tan inquietante propia de la tecnología industrial que busca ser parte de tu vida íntima, un “objeto” más macabro que canchero pero muy interesante. Hay algo infantil en la forma en que el Buddi absorbe todo a su alrededor, y ahí surge otro punto clave para esta construcción: no hay una moral humana detrás del juguete, Buddi no fue concebido maligno sino que aprende a serlo en su búsqueda de complacer a Andy. Al eliminar el factor sobrenatural y al psicópata solo queda el contraste entre personas y tecnología y la manera en que se afectan mutuamente.

El guionista Tyler Burton Smith encontró un tono muy interesante en el cual se vislumbran temáticas clásicas como hombre vs máquina o los peligros de la homogeneización tecnológica sin caer en el pecado de ser solemne en los métodos de presentar esas ideas. No esta el paternalismo pedante muy propio de la ciencia ficción mas estilizada.

Hay una cuestión con la fotografía, hay una propuesta vintage de noches azules, reflejos rojos y destellos verdes que en principio se ve bien, pero no está utilizada de manera cinematográfica.  Los colores atractivos están, pero refuerzan poco lo narrativo y se asemejan más a una iluminación de fotografía fija que tilda los casilleros de lo que se supone es una buena fotografía ochentera. El rojo y la tecnología tienen un maridaje histórico desde el ojo de Hal 9000 en 2001: Space Odyssey a la mirada cyborg bajo el tejido vivo del T900 de Arnie, en Child’s Play ese peso no se siente nunca salvo en el final, uno de los mejores momentos de toda la peli donde esa dicotomia entre humanidad y tecnología llega a a su inevitable colisión durante una compra masiva en un shopping, faltaba mas.

Hay una falta de química muy notoria en la relación madre/hijo entre Karen (Aubrey Plaza) y Andy (Gabriel Bateman), el casting no convence por cuestión de edades pese a una referencia forzada de guión para explicar que parezcan hermanxs. Tal vez esa distancia es buscada para reforzar alguna idea de carencia parental, pero no se ahonda demasiado. Por su parte el detective Mike Norris (Brian Tyree Harris) y su adorable madre Doreen (Carlease Harry) son un gran alivio cómico. Lxs actores sacan adelante una película de terror que funciona gracias a su humor negro sin preocupaciones. Hay una idea hermosa que involucra a un rostro humano, en esos detalles sangrientos es donde el director entiende mejor el horror irreverente de los 80s y es ahí donde este reboot encuentra sus mejores momentos. Más allá de los clichés y los juguetes con lifting facial, Chucky sigue siendo nuestro amigo fiel.




Comentarios