[Crítica] Once Upon a Time... in Hollywood (2019) de Quentin Tarantino



Lo que hace Tarantino al ponerle "Erase una vez..." a su novena película no es solo referenciar al spaghetti western mas genial de la historia, también nos promete una fabula, un mundo improbable que existe entre medio de la memoria y el invento del director. La expresión fue creada por el escritor Charles Perrault, quien puso en palabras cuentos de transmisión oral como El gato con botas y Caperucita Roja, la representación del Hollywood de antaño que construye Tarantino opera en niveles similares en cuanto a magia y fiabilidad. Hay algunas cosas posta, hay hechos y personas de carne y hueso, pero también hay una re escritura de la historia en forma de carta de amor a una época que, para bien y para mal, no podemos recuperar. 

Once Upon... transcurre durante 1969, un momento de profundos cambios en el cine norteamericano: lo que el cine independiente underground había generado desde finales de los 50s estaba por fin llegando a las producciones mainstream. Aparecen los George Lucas, los Scorsese y los De Palma, ya no hay lugar para las estrellas de antaño, en ese ocaso también caen el actor de TV Rick Dalton (Leonardo Dicaprio) y su doble de riesgo Cliff Booth (Brad Pitt), dos tipos chapados a la antigua que buscan sobrevivir en el nuevo Hollywood. Entre ofertas para irse a filmar spaghetti westerns a Italia y cameos en series medio pelo, Dalton siente que el final de su carrera esta cada vez más cerca. Es fácil trazar el paralelismo con Quentin, un outsider que promete retirarse con su próxima peli. La crisis existencial de un vaquero televisivo se cruza con el destino de Sharon Tate (Margot Robbie) y Roman Polanski, dos figuras que representan el futuro del cine mundial, sobre todo Tate, el corazón y la vitalidad de esta película.

Pero para contarnos esta fabula Tarantino nos pide algo, que tengamos presente un poco de la historia del entretenimiento norteamericano y que sepamos sobre los asesinatos del clan Manson. Saber esto no es requisito para disfrutar, viéndola como público latinoamericano los crímenes del clan Manson se ven lejanos y ajenos, pero la nube trágica que se cierne sobre lo luminoso de ese Los Ángeles funciona como una cuenta regresiva hacia un femicidio horroroso. Once Upon... es de esas películas sobre personajes haciendo cosas, viviendo en un lugar y en un momento, nos tomamos el tiempo para conocerlos y a través de trivialidades  entender su universo. A partir de una visita al cine, de arreglar la antena o filmar una escena de un piloto de TV, Tarantino nos da su versión de un mundo que ya no existe. 

Rick Dalton y Cliff Booth son dos de los personajes más ricos que escribió el director, es un dúo que se complemente en cualidades y falencias. Rick, un actor en decadencia, inseguro y al borde del llanto. El rodaje de Lancer y su actuación como Caleb DeCoteau son cruciales para este aspecto, su encuentro con la pequeña actriz de método Trudi Fraser (Si, suena a Jodie Foster porque es una referencia a sus inicios) es una de las mejores escenas de la película y lo llevan a un quiebre en su camarín luego de olvidarse unas lineas de dialogo. Rick mira al espejo y el espejo mira al público. "Si no lo haces bien juro que te voy a volar los sesos" se promete. Por su parte Cliff Booth, su doble de riesgo, es seguro, canchero, un tipo que se lleva el mundo por delante con gafas de sol y camisa hawaiana. Cliff pasó su vida detrás del decorado, su aporte a la carrera de Rick es enorme pero vive con su perra Brandy en un trailer sucio al lado de un autocine, en la sombras de las películas, ni adentro ni afuera. Su amistad es un perfecto juego de opuestos unidos por un cariño inmenso.

La tercera pata de Once Upon... es Margot Robbie y su Sharon Tate, una representación idealizada y angelical de la actriz. Sharon resplandece, vive con intensidad, se ríe, baila, va al cine y se descalza... Sharon es el corazón de un Hollywood nuevo, pero sobre su vida hay una nube negra, su asesinato brutal por parte de la familia Manson. Tarantino elige construir a Sharon por fuera de los dos hombres que marcaron su vida, Polanski y Manson. La Sharon de Once Upon... no es ni esposa ni víctima, es una promesa resplandeciente que existe por fuera del mito horrendo, es un promesa que existe en sus películas y en la sonrisa de Margot Robbie al ver a la verdadera Sharon Tate actuando en The Wrecking Crew. Es un tributo bellísimo que responde a la costumbre de Tarantino de rescatar actores y actrices del olvido. Lo hizo con Travolta en Pulp Fiction, con Pam Grier en Jackie Brown y lo hace con Sharon Tate, solo un medio como el cine puede proponerse una representación de este tipo y Tarantino lo sabe. Usar el cine para reescribir la historia y que los muertos sean la vitalidad, y que los vivos - como Polanski- habiten en el fondo del plano.

Si bien Tarantino suele rendir pleitesía al cine, la TV es el otro medio que es visto con un inmenso amor. Hay numerosos encuadres de pantallas: grandes, chicas, televisiones de comedor, cines hogareños...la televisión es homenajeada desde Rick Dalton y sus paralelismos con la carrera de Clint Eastwood, sus comienzos en la serie Rawhide y su explosión como estrella en los spaghetti westerns de Sergio Leone. El entretenimiento es puesto como contexto de la cotidianidad, desde Cliff comiendo fideos con queso y viendo Mannix solo en su trailer a Sharon Tate viendo su propia película en el cine, escuchando las reacciones del publico. Las diferentes formas de consumo, de producción y el lugar que tiene cada tipo de ficción en nuestra vida es algo que apasiona al director, entiende que estas cosas son formativas y cruciales y no mero entretenimiento pop. 

En sus casi 3 hora de duración, Once Upon... se permite muchas libertades, Quentin juega con recursos formales como el flashback mentiroso que da pie al plano secuencia de la pelea entre Bruce Lee y Cliff. Hay saltos de eje, perspectivas engañosas e incluso jump cuts en la charla entre Rick Dalton y el protagonista de Lancer. Es una película abundante en referencias, desde las mas claras como introducir a Leo en el rol de Steve McQueen en El Gran Escape hasta las mas oscuras como citar a Sergio Corbucci y Giorgio Ferroni. Tarantino no escatimo, pero todo se justifica tratándose de la obra mas personal del director. ¿Que si hay violencia? Claro, como en todas sus películas hay un gran clímax con muerte y sangre a raudales, pero lo que importa es lo que pasa inmediatamente después. Un abrazo improbable entre Rick y Sharon, entre la ficción y el "que hubiese pasado...", el final más melancólico y humano que hizo Quentin hasta el momento. Las puertas del paraíso se abren frente a Rick y asciende al paraíso, allí donde habitan los ángeles. Esperemos que esa promesa de la décima película sea un engaño y tengamos mas de este Tarantino crepuscular, pocos logran lo que el.



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