[Crítica] Diablo Rojo PTY (2019) de Sol Moreno



Diablo Rojo es una de las pelis que más espere e en el marco del festival BARS 20, se trata nada más y nada menos que de la primera película panameña de horror, o al menos eso aseguran sus realizadores al describir a esta gran ópera prima. 

En el corazón de la película hay dos temas, la magia negra y la venganza. Un grupo de brujas persiguen al diablo rojo de Junito y Miguel, quienes junto a un sacerdote y dos policías buscan escapar de una maldición que comenzó hace muchos años y que tiene que ver con el pasado de todos ellos. Antes de seguir ¿Que son los diablos rojos? son colectivos ilegales y muy coloridos que transitan las calles de Panamá, resultan una alternativa al transporte oficial y suelen ser perseguidos por la justicia, el bus es en sí mismo un personaje más que suma color, adrenalina y un condimento 100% regional.

La directora Sol Moreno y el guionista Jota Naguera tuvieron un gran desafío al conjugar la historia del horror mundial con los elementos estéticos propios de Panamá, Diablo Rojo no tiene una tradición o una cinematografía de horror autóctona con la cual dialogar y tuvo que crear su propio marco de referencia. Teniendo como norte a obras como Alucarda, Holocausto Canibal y La Serpiente y el Arcoiris, lxs realizadores buscaron crear lo que en sus palabras denominan ''terror tropical’’, un espacio entre las tradiciones del interior de centroamérica y el cine clásico de miedo, lo lograron y sin caer en el simple homenaje o la mímica del cine foráneo que los influenció. 

Un punto altísimo es el soundtrack, el tema principal (compuesto también por Jota Naguera) nos transporta a los trabajos de Riz Ortolani, encargado de musicalizar cientos de mondos y spaghetti westerns, más notoriamente la gran Holocausto Canibal. Pero hay otra dimensión, durante el transcurso de la película la música fue interpretada por la Orquesta Sinfonica de Panama, el OST parece salido directo de una película de terror de los 50s o de algún capítulo perdido de The Twilight Zone, lo cual acentúa más la sensación de estar atrapados por siempre en esa ruta selvática. En la conjunción de influencias tan dispares es que la cinta encuentra su identidad. 

Diablo Rojo juega con el género en el sentido más clásico, los monstruos y las muertes son realizadas en efectos prácticos y algunos momentos rozan lo caricaturesco en el mejor de los sentidos. El costado cómico de la película no siempre funciona, tal vez por algunas asperezas en los diálogos, aun así no pude evitar notar una conexión con el hermoso cine de Álex de la Iglesia en los 90s: multifacético, colorido, tragicómico y casi costumbrista. Pero los méritos de una película así no pueden ser medidos sólo por su calidad técnica, se trata de un trabajo fundamental en el terror latinoamericano y que espero abra puertas a futuras producciones panameñas. 



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